En 1886, los primeros relojes que llevan el nombre Mathey-Tissot abandonaron el tranquilo pueblo de Les Ponts-de-Martel, en las montañas suizas del Jura, y se propusieron ganarse a admiradores de relojes finamente elaborados de todo el mundo. La última pieza de los talleres de Mathey-Tissot, que ahora se encuentran en el cantón de Ticino, continúa con esta tradición.