editoriales


Subastas bajo sospecha

English Pусский
marzo 2008


Por Pierre M. Maillard

Subastas bajo sospecha

No vamos a entrar en detalles, en esta columna, acerca de las convulsiones que sacuden el ámbito de las subastas de relojería.No pretendemos dictaminar que aspectos son positivos y cuales negativos, ni vamos a intentar descifrar el monumental lío de los acontecimientos recientes.Tampoco vamos a acusar o exonerar a los participantes o protagonistas. El caso Antiquorum es demasiado complicado y aún muy inmediato para intentar llegar a conclusiones definitivas. Pero hay una lección en todo esto: las subastas de relojes se han convertido en una de las tácticas preferentes empleadas por la industria relojera; es uno de los foros principales donde las reputaciones de las marcas se hacen y deshacen. Similarmente a lo que ocurre en el mundo del arte, donde la valía del artista se mide por el aumento o la disminución de las cotizaciones de sus obras en subasta, el valor absoluto de un fabricante de relojes estará más o menos directamente relacionado con las pujas que reciban sus modelos en licitación. ¿Es esto razonable, es esto justo? Tenemos derecho a hacernos esta pregunta, por diversos motivos. La primera razón es que por querer imitar al mundo del arte, la relojería olvida que es arte solo en parte. Si la subjetividad es una parte esencial en la apreciación del arte, estrechamente vinculada a los gustos y modas cambiantes, no ocurre lo mismo con la relojería. (Al respecto, debemos recordar que los dos grandes protagonistas de las subastas de arte, Gauguin y Van Gogh, fallecieron sin haber triunfado. Y no es arriesgado apostar a que el gran triunfador contemporáneo, el artista kitsch americano Jeff Koons, no será muy valorado en el futuro a medio plazo.) No le exigimos al artista que su obra esté inexcusablemente “bien hecha”. Debe ser enérgico, potente, representativo de la época, un testigo de su tiempo a la vez que está en desacuerdo con todo y con todos. Contrariamente, le exigimos a un reloj que sea, ante todo, técnicamente irreprochable, estéticamente impresionante, minuciosamente fabricado y lo más ultrapreciso posible. Un reloj es esencialmente un producto artesanal, no un producto artístico. Un reloj también suele ser, casi siempre, el fruto de un trabajo de equipo. En este sentido, el precio de salida de una pieza de relojería es bastante engañoso ya que concede mucha importancia a un aspecto que, aunque significativo, debería ser secundario a la hora de determinar el valor de un reloj – la subjetividad y el desvarío. En segundo lugar, en el intento de hacer subir los precios de adjudicación, la relojería corre el riesgo de hinchar artificialmente su valor, exponiéndose a explotar finalmente junto a la burbuja que ha ayudado a crear. Con el estallido de la burbuja, los precios más sobrevalorados podrían ver su cotización descender hasta caer por debajo de su valor más lógico. Aunque las subastas han contribuido enormemente en los últimos 10 años a la difusión de la idea de que los relojes son objetos dignos de ser coleccionados por un grupo cada vez más nutrido de personas, no obstante se cree que ha alcanzado su dimensión máxima. Así, las subastas podrían convertirse en un boomerang que volvería para golpear a toda la industria de la relojería. Un artículo reciente del Wall Street Journal desarrollaba este concepto. Aunque ferozmente contestado – y discutible en un buen número de puntos – este artículo permite poner en duda la transparencia de las subastas de relojes, arriesgándose a aseverar que están siendo manipuladas por los propios fabricantes. Pero, como reza el proverbio: Difama, que algo queda. A base de insistir excesivamente en subir los precios, la relojería corre el riesgo de verse envuelta en problemas, para lo mejor o para lo peor. Así que, retornemos al buen camino: los relojes no los hacen artistas marginales, bohemios, y arrebatados, sino que los crean artesanos meticulosos y negociantes avispados. Pero esto no le resta ni un ápice de mérito a la pasión con que los maestros relojeros desempeñan su labor.