editoriales


Los Imperios, Reinos y Caballeros de la Mesa Relojera

English Pусский 中文
noviembre 2008


Los Imperios, Reinos y Caballeros de la Mesa Relojera

Grandes imperios y esplendorosos reinos forman la mayor parte del mítico pastel de la relojería (Grupo Swatch, Grupo Richemont, Grupo LVMH, Rolex, Seiko y unos pocos independientes como Patek Philippe y Chopard) que no cesa de crecer día a día. Este statu quo se puso en evidencia con el último movimiento que ha ocurrido en este competitivo tablero de ajedrez: la adquisición de Hublot por LVMH.

Mientras que esta transacción ocupó los titulares, otras operaciones menores han tenido lugar en los últimos tiempos e implican a subcontratistas que traspasan productos e inventarios de un campo al rival. Desde la perspectiva de la oferta – y desde el punto de vista del consumidor medio – da la impresión de que el mercado se está fracturando más que consolidándose. Parece estar fragmentándose en un mosaico de reinos de taifas (las Marcas), cada uno ferozmente defendiendo su territorio y su honor.

La razón por la cual los consumidores perciben esta imagen – los consumidores en general, excluyendo a los aficionados y coleccionistas – es por que se preocupan bien poco de saber qué marca pertenece a cual grupo. Tienen otros criterios para valorar a la marca: primeramente debe satisfacer su gusto y su presupuesto, tanto en términos reales como simbólicos.

Los independientes, los recién llegados y los navegantes solitarios han visto su oportunidad en estas concentraciones y buscan instalarse rápidamente en los intersticios que quedan libres. Pero una cosa es arrastrarse hasta la primera línea y otra muy distinta hacerse oír en el fragor de la batalla. Con presupuestos relativamente modestos comparados con las asignaciones para publicidad de los grandes grupos, estos intrépidos comandos intentan compensarlo con innovaciones y con diseños que puedan, aunque sea por breve espacio de tiempo, atraer las miradas hacia ellos.

En este coro desafinado, como en todo crisol de ideas, encontramos cosas a mantener y cosas a descartar. No pretendemos convertirnos en jueces de lo bueno y de lo malo del sector. Debemos, eso sí, llamar la atención sobre las posibles confusiones para poder ver más claramente en la espesa niebla. Como ya sabemos, hay “innovaciones” e “innovaciones”, y no son todas lo mismo. También hay “manufacturas” y “manufacturas” y tampoco son todas lo mismo. Al leer los materiales de promoción de las diferentes marcas llegamos a la errónea conclusión de que en Suiza existen 620 manufacturas (más o menos el total de las marcas censadas).

¿Cuántos movimientos se nos presentan como “revolucionarios”? ¿Cuántos se vanaglorian de haber sido “diseñados, construidos y fabricados en la propia empresa”? ¿Que hay de revolucionario en que un fabricante adapte un mecanismo nuevo que procede de un subcontratista? ¿Es revolucionario desplazar una ventanilla de las 6 a las 3?

Durante el periodo actual de proliferación de metales exóticos, ¿cuántas de estas aleaciones “procedentes de la industria aeroespacial” no estaban ya en uso hace 150 años? Además, mientras hacemos el intento de discernir lo verdaderamente innovador de la fruslería, nos tropezamos con la inusitada vitalidad de la relojería actual; un periodo de los más prolíficos de la historia de la relojería, sólo comparable al período modernista que vio nacer muchos de los iconos que aún hoy día causan furor. De entre la pléyade de modelos de nuestros días, ¿alguno será un clásico el día de mañana? Solo el tiempo lo dirá.

Lo que sí que sabemos es que todos los imperios y los reinos son, tarde o temprano, perecederos y que los más aguerridos militares acaban sus días como caballeros andantes.

Foto: El Don Quijote de Orson Welles